Villano del mundial

La Copa del Mundo de Fútbol, es sin duda una plataforma gigante para la consagración de los jugadores. De la misma manera, funge como «entierro» para algunos otros. Todos conocemos las historias en las que se canoniza a Pelé y a Maradona levantando el preciado trofeo. Pero, no debemos olvidar que existen otros nombres que a partir de una copa del mundo no han vuelto a pegar el ojo. Rápidamente aterrizan diversos ejemplos, como Baggio y el penal errado en  1994; Zidane y el cabezazo del retiro en el 2006 y el caso mas crítico de la historia: Moacir Barbosa, portero brasileño al que todo mundo culpó del célebre 'Maracanazo' en Brasil 1950.

En esta ocasión, repasaremos un suceso que tuvo lugar durante la justa mundialista de Sudáfrica 2010. Uruguay y Ghana se enfrentaban en la fase de cuartos de final (8 mejores). Ambas selecciones avanzaban firmes para sorpresa de todos, eran los «caballos negros» de la ocasión y el duelo fue un autentico Grand Prix equino digno de 'photo finish'.

Se cumplieron los 90 minutos con marcador de 1-1. Un duelo de lucha y garra que se tuvo que alargar a los tiempos extras. Ghana jugaba prácticamente como local debido a su pertenencia al entonces territorio mundialista. Corría el minuto 119, última jugada del cotejo antes de pasar a los tiros penales. Gyan se disponía a cobrar un tiro libre de media distancia que representaba la ultima oportunidad de gol ghanés. El centro fue perfecto, un delantero le gana la lucha al arquero Muslera y el balón queda a la deriva, se produce un segundo remate que Luis Suarez salva en la linea con el muslo. El balón rebota y Dominic Adiyiah dirige tremendo testarazo imposible para el arquero, que los 22 jugadores del terreno observan agónicos. Uno de todos los jugadores presentes tuvo un cerebro que le revolucionaba a mayor velocidad y fue quien interpuso sus manos entre la trayectoria del balón y su portería. Luis Suarez, prodúcto del desespero y las circunstancias cometió la falta mas indecorosa que se puede lograr en este deporte. Utilizó sus manos para evitar un gol del contrario de manera descarada. El arbitro sin dudarlo sentenció la falta y decretó el tiro de castigo.

¿Héroe o Villano?

Mientras se reanudaba el partido con el tiro penal y la expulsión justa de Suarez, se vivió la escena mas dramática del fútbol en los últimos tiempos. Un Luis Suarez visiblemente arrepentido de su acción, rompía en lagrimas ante el consuelo de todos sus compañeros. Claramente los jugadores uruguayos sabían que su compañero había hecho lo necesario, había hecho lo que pocos se hubieran atrevido a hacer por la supervivencia de su nación. Por su parte los ghaneses confiados en la oportunidad de oro que se les presentaba observaban como el equipo de enfrente se desmoronaba. Gyan sería el cobrador del penal al minuto 125, en cuanto chutara se acababa el partido, pasara lo que pasara. Luis Suarez desconsolado no abandonó en su totalidad el campo y se escondió en el túnel rumbo a los vestidores a presenciar el desenlace de su acción. El arbitro dio la indicación para que se ejecutara el penal, Gyan tomó vuelo, pateó con fuerza y el balón se estrelló en el travesaño de la portería, el esférico abandonaba el terreno.

Al ver como su acción capitalizaba de la única manera en la que le era conveniente, Luis Suarez estalló de alegría, se le olvidó el arrepentimiento. Todo Uruguay aplaudía la artimaña que se inventó su delantero. En Ghana por su parte, se sentían impotentes, perdieron el amor por la justicia del fútbol, el tramposo salía triunfante.

Al final, Uruguay se llevo la victoria en una tanda de penales que no podía ser diferente a lo sucedido durante el partido. El encuentro puso a pensar a todos los espectadores, fue una colisión tremenda de la moral. Nadie se podía creer dicha pagina del libro de la historia mundialista.

Luis Suarez se perdió el partido de semifinales por suspensión, pero nadie se acuerda de eso. Todos lo recuerdan como el uruguayo valiente que supo que hacer ante la adversidad, el reafirmó eso que se escucha cuando se presenta la playera celeste : «La garra charrua». De Volea.

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