Dos niños chaparritos.


Le voy a copiar la frase a un muy buen amigo, pero cada día que pasa, amo más a Culiacán. Aquí todo puede pasar, aquí todo es fiesta, aquí todo es creatividad, aquí caben todos los grupos sociales y aquí se puede reír, disfrutar, cantar y a la vez, convivir con el reino de la violencia y la narco cultura.

Culiacán es ahora algo en común en la historia de dos niños, que son muy similares en sus orígenes y que la pobreza y la necesidad los llevó a desarrollar un increíble talento, después, ambos instalaron su don en lugares completamente diferentes y fueron los mejores en lo que hacían. Alcanzaron un nivel de vida que muy pocos pueden y pasaron a estar en un plano superior, viviendo todos los días con la condena a sus espaldas, condenas diferentes, por supuesto.

“Cuando nació, preguntó la partera le dijo: ¿Cómo le van a poner? Por apellido él será Guzmán Loera y se llamará Joaquín. De niño vendió naranjas allá por la sierra, nomás pa’ poder comer. No se avergüenza de eso al contrario lo dice, que fue un orgullo para él.” Dice el corrido El Hijo de La Tuna.

Imagen de SinEmbargoMX

“En una villa nació, fue deseo de Dios, crecer y sobrevivir a la humilde expresión. Enfrentar la adversidad con afán de ganarse a cada paso la vida. En un potrero forjó una zurda inmortal con experiencia sedienta ambición de llegar. De cebollita, soñaba jugar un mundial y consagrarse en primera, tal vez jugando pudiera a su familia ayudar.” Relata la canción La Mano de Dios.


Imagen de Telemetro

Los niños crecieron y el resto de la historia de ambos, ya la conocemos todos. Lo interesante aquí es como una misma ciudad es capaz de aceptar a uno y condenar al otro. Todos pensaríamos que el aceptado es el que jugó fútbol, pero no. Nuestro ídolo es el señor de las estrategias y la cadena de suministro perfecta, cadena que no tiene obstáculo ni cosa que le interrumpa un segundo de su proceso, bastante mérito.

Es la sociedad la que dice quién es el bueno y quién es el malo, ¿pero, basados en qué? Si en realidad nosotros como individuos tampoco podemos determinar si somos buenos o malos. Un criterio podría ser que el malo es el que tiene mayor cantidad de muertes bajo su responsabilidad, pero parece que no, porque hemos marchado para defenderlo.

Otro criterio podría ser que el bueno es aquel que haya hecho más magia en un terreno de juego y haya dejado en el camino a tanto inglés haciendo el gol más bello de la eternidad, pero no, tampoco lo aplicamos porque estamos satanizando y burlándonos.

Los dos son leyendas, personas muy trascendentes en la historia de la humanidad, no me imagino si quiera lo que sería vivir un día en sus zapatos. Cada uno se vio motivado a desenvolverse según como mejor le convenía y me imagino que ambos rebasaron sus metas de vida con creces.

Considero en lo personal, claro, que la clave está en cada uno concentrarse en lo que nos hace felices y vivir en ese espacio personal cuidando siempre el no afectar la vida de los demás. Que si fulano es mal o buen ejemplo, que sea decisión de cada uno saber que ejemplos vas a seguir y no afectes a los demás y listo.

Amo a Culiacán por ser así de diverso, por ser así de interesante. No me atrevo a decir que Culiacán esté bien o esté mal, pero estamos y estamos felices todo el tiempo.

Y a la única y mágica historia de Culiacán hoy se suma el nombre de Diego Armando Maradona.


Jair Rodríguez 
De Volea

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